¡Vamos de paseo, si, si, si! ¡En un auto feo, si si si!

Y, suele suceder cuando uno quiere dormir en un colectivo vietnamita repleto que intenta abrirse paso bajo una lluvia torrencial, en una tarde de verano. El vehículo para, la gente grita y se ríe, el auxiliar de a bordo, tratando de ser lo más respetuoso posible y no pisar a nadie, se desplaza caminando sobre los pasajeros. Uno mira la ruta, ve las fábricas de estatuas, los cementerios, las lagunas, el verde, los budas, el auxiliar de a bordo, la ruta, los autos, los patos en el portaequipajes, el verde, las lagunas… ¿Los patos en el portaequipajes?.

Si, porque por la ruta pasa un taxi que carga en su portaequipajes unos patos vivos. Su conductor, tal vez presionado por un pasajero ansioso o por una esposa exigente, consideró muy cruel llevarlos en el baúl, mientras que meterlos en el asiento trasero habría sido un despropósito para su tapizado. Por eso, después de atarlos a todos juntos por el cuello, los colocó en un bolso de supermercado, aunque tuvo la cortesía de dejar sus cabecitas fuera, para que pudieran respirar y sentir en sus plumas el agua de la lluvia.

Sacarles una foto decente fue imposible, sin embargo una foto es necesaria siempre para que historias como éstas tengan algún crédito. Así que mientras intento tomar la foto, la gente se ríe, habla, los patos gritan y miran asustados el horizonte y el taxi sobrepasa al colectivo. Tiempo después, cuando ya he olvidado el incidente, el auto con los patos aparece otra vez en la ruta, el autobús lo ha alcanzado y yo estoy contenta porque puedo empezar, sin éxito por supuesto, otra persecución fotográfica…