Pakse en moto: por las afueras de la ciudad laosiana
Durante nuestro segundo día en Pakse, decidimos recorrer las afueras de Pakse en moto. Por eso, le alquilamos una al amigo belga que se había instalado en Laos por amor. El hombre, aprovechando su condición de occidental y su inglés afrancesado, había abierto una pequeña agencia de viajes, para aconsejar a los turistas y para promocionar el destino estrella del lugar: la Meseta de Bolavén y sus cafetales (ya que la única forma de ir allí es alquilando un vehículo, generlamente una moto).
No pudimos llegar a la Meseta, ya que hay que recorrer unos cincuenta kilómetros y en general se tarda más de un día. Las guías señalan dos circuitos posibles: «el circuito chico» y «el circuito grande». Sin embargo, pudimos conocer las afueras de la ciudad y adentrarnos en algunos lugares suburbanos. Sin mapas y con un itinerario dictado por el azar, dejo aquí un resumen de las paradas.
Pakse en moto: primera parada
Después de ir y volver varias veces, nos detuvimos en un chiringuito de ruta para descansar, tomar agua (condición sine-qua non en más de treinta grados) y recargar municiones.
Pakse en moto: se viene la segunda
Recorriendo nos encontramos con un campo de golf, todo muy cuidado y muy prolijo. Vimos también los primeros autos de alta gama de Laos.
Más allá del campo de golf, nos esperaban plantaciones y el «campo» mismo, con huellas cada vez más angostas y más difíciles de recorrer. A pesar del barro y su contextura arcillosa, el camino se veía firme. Llegamos hasta el final del camino, donde nos esperaba el principio (o tal vez el fin) de la extensión de la meseta.
Pakse en moto: llegamos a la universidad
Llegamos a una universidad, aunque seguramente caímos en época de vacaciones. Nada ni nadie que pareciera ser un profesor o un estudiante. Las cabritas, que andaban por todas partes, no parecían estar sorprendidas por los visitantes y ni siquiera se asustaron por el ruido de la moto.
Pakse en moto: el buda escondido en la montaña
Pakse en moto: llegamos al río
Casi sin quererlo, llegamos al río. Desde la moto, pudimos ver varias veces un puente bastante moderno. Del otro lado, cerca muy cerca, Tailandia.
Tramo final: el regreso
Regreso sin sorpresas, por una ruta llena de motos, ruidos y tuk-tuks que, a pesar de su tráfico, parecía respetar la idiosincracia tranquila de Laos.
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