Misceláneas hongkonesas
Llegó la hora de partir de Hong Kong y buscar nuevos rumbos. A modo de despedida, contaré tres pequeños relatos (o más bien reseñas) del recorrido por la ciudad.
Primer relato
Un día, con la idea de escapar del calor sofocante y conocer algo nuevo, tomamos uno de los autobuses públicos. El plan (si es que había alguno) era recorrer la metrópoli sin brújula y sin norte. En cierto lugar del camino, un puente y una cantidad considerable de barcas de madera detuvieron nuestra atención, por lo que decidimos bajar del colectivo. En ese momento, ignorábamos que nos encontrábamos frente a las tradicionales Junk hongkonesas.
Nos sentamos en un banqueta de madera, frente a una rambla, en un lugar donde el mar asemejaba una entrada de río. Conversábamos sobre la vida, cuando una señora se acercó para ofrecernos un paseo en su junk. Aceptamos y subimos al velerito. La señora, muy canchera al timón, comenzó a dar vueltas por las numerosas embarcaciones de madera allí ancladas. Imaginé que dentro de ellas vivían personas, y que los barcos coloridos eran casitas rodantes de mar.
Luego, la conductora dio vuelta el timón y nos dirigimos a mar abierto. Apareció allí un barco de concreto (muy oriental, con colores cálidos y gran cantidad de arabescos chinos*) que era, en realidad, un restaurante. La señora nos hizo señas para que sacáramos fotos, pero le contestamos con los hombros que habíamos olvidado nuestras cámaras.

Mas tarde, nos llevó a pasear por la zona de yates, donde ya no se respiraba tradición, sino dinero. De repente, de pie en un pequeño muelle, vimos a un hombre que hacía señas mientras saludaba amigablemente a la timonel. Ella nos preguntó -en cantonés- si había inconvenientes en llevar a otro pasajero y nosotros le sonreímos. El señor subió y nos saludó como si nos conociera de toda la vida. Intercambiamos unas frases en inglés, mientras disfrutábamos del sol. La señora desvió un poco el barco, para dejar al hombre en su destino. Él no pagó nada y sospecho que eran amigos. Allí nos despedimos y volvimos a las Chungking Mansions, no sin antes pasar por un mercado callejero y comprar frutas exóticas.
Segundo relato
El segundo relato es breve. Simplemente comentar que otro día tomamos un autobús para ir a algún lugar cerca del mar. Sin embargo, la playa que vimos no nos llamó mucho la atención y por eso decidimos seguir viaje. Hablamos con algunos pasajeros y nos recomendaron bajar en una feria.
Más tarde, fuimos al mercado hongkonés de todas las cosas. No me tenté con nada, ya que luego de haber vivido en China, todo me pareció excesivamente caro. Había pequeñas obras de arte, junto con nemos y tiburones inflables que, dirigidos a control remoto, asustaban a los niños. Aprecié también la preocupación de los locales para que sus hijos no sufrieran las consecuencias de las temperaturas veraniegas.
Tercer relato
La protagonista del tercer relato es Catherine, nuestra compañera de viajes. Ella está muy triste por dejar Hong Kong, ya que es una chica cosmopolita. Pero como aquellos que saben que el camino debe continuar, les deja una sonrisa, mientras se despide de una de las ciudades más imponentes del mundo.