Hotel Fátima de Kazán: bueno, bonito y barato

Buscando alojamiento en Kazán

Al igual que en varios de mis viajes, encontrar el hotel Fátima de Kazán fue el resultado de una pesquisa a ciegas en internet. Digo «a ciegas», porque la mayoría de las descripciones de alojamientos en Rusia está en ruso (algo que se salva con el traductor, aunque no siempre) y porque algunas de las fotos de los hoteles se veían un poco sospechosas en relación a la ecuación calidad/precio.

Antes de buscar un hotel,  intentamos alquilar habitaciones en casas, pero nos encontramos con algunos problemas: además de las descripciones en ruso, los anfitriones no contestaban (pienso que eso estaba relacionado al poco inglés que se habla en el país) y el único que respondió triplicaba el precio para las fechas elegidas.

Descartada  la opción de casas o departamentos, empezamos por los hoteles. Hoteles baratos había bastantes, pero algunos daban miedo por las fotos de sus camas diminutas (es algo que dije antes: los rusos tienen obsesión por las camitas chiquitas) y otros directamente daban miedo por las críticas. Finalmente nos quedamos con dos y, obligados a elegir entre precio y crítica, ganó la crítica. Las opciones eran un lugar sórdido, que ni los mismos rusos habían podido encontrar preguntándoles a las abuelitas, y un lugar con buenas críticas, pero casi sin fotos. Elegimos lo último.

Hotel Fátima de Kazán
A una cuadra del Hotel Fátima de Kazán

Conociendo el Hotel Fátima de Kazan

La conductora que nos llevó al hotel de Kazán, no conocía el hotel pero -por su ubicación céntrica-  lo encontró enseguida. Está a dos cuadras del casco histórico y casi a la vuelta de uno de los hoteles más famosos de cinco estrellas.  Nos tocó una habitación privada, con bastante luz, heladerita, camitas angostas (como es la costumbre en Rusia), toallitas diminutas,  baño compartido y  Wi-fi sólo en el área de la recepción.

Como el Wi-fi funcionaba sólo en una pequeña sala a la entrada, los sillones del living eran un pequeño espacio de socialización para conocer gente. Allí hablé con algunos pasajeros chinos que habían viajado por un congreso de geología, un ruso que estaba por lo mismo y que siempre estaba haciendo gráficos en su computadora y un par de franceses que habían ido para el mundial de natación.

El Hotel Fátima de Kazán usa el viejo y querido sistema contar el flujo de pasajeros en un calendario improvisado en un mini-pizarrón para saber quiénes llegan y quiénes se van.  Pero la comunicación no sólo pasa por las pizarras sino también por las señas. Durante el primer día de mi estadía, una de las recepcionistas me mostró una habitación llena de cosas y me dijo con mímicas que si quería plancha o secador de pelo podía avisarle. Con la plancha no sé qué pasaba, porque casi siempre había alguien usándola en el pasillo. Con el secador, la respuesta fue casi automática.

Algo similar pasó cuando fuimos a pagar y a confirmar que nos quedábamos más días. Plata, facturas, calendario y señas. El último día, cuando fotocopiaron los pasaportes (en Rusia los hoteles te fotocopian el pasaporte completo), la recepcionista vino a mí casi asustada «visa», «visa», y ahí le dije «Argentina het visa» (pronunciése «niet»), algo que la asombró bastante (la mayoría de los pasaportes necesitan una visa). Finalmente, casi cuando nos íbamos, creo que llamaron a la policía (o a alguien) para avisar de los pasajeros que dejaban el hotel (miedito, pero creo que así funciona el sistema).

Hotel Fátima de Kazán 2
Una de las habitaciones del Hotel Fátima de Kazán

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