Curiosidades de los autobuses asiáticos
Autobuses asiáticos
Quien haya viajado en autobús sabrá que cada lugar tiene su propia idiosincracia. En Argentina, por ejemplo, las grandes distancias entre ciudad y ciudad, el desguazamiento de las redes ferroviarias y el precio imposible de los pasajes de avión han contribuido a que los micros de larga distancia sean muy buenos y ofrezcan servicios como «semi cama», «cama» y «cama completa».
En China (y en muchos países del sudeste asiático), los colectivos de larga distancia son directamente «camas». En algunos de ellos, la cama se puede reclinar y convertir en asiento, pero en otros no: la cama es cama y listo.
Las camas tienen dos pisos, y que te toque uno u otro es cuestión de azar, ya que los asientos no se venden numerados. Las de abajo suelen ser más cómodas (porque son totalmente reclinables), mientras que sentarse en las de arriba da un poquito de miedo (es una sensación rara: se viaja enclenque). El peor lugar -corroborado por mi experiencia- es arriba, atrás y al medio. El mejor -de acuerdo a mi subjetividad- es abajo y al lado de una de las ventanas.
La disposición del espacio se presenta también algo extraña: hay tres filas de camas, separadas por dos pasillitos. Descalzarse es obligatorio -más bien una religión- y el chofer siempre tiene preparadas bolsitas para guardar los zapatos. Abajo de los asientos, existe una pequeña gaveta destinada especialmente a dichas bolsitas.
Algo que no es problema para los conductores chinos de autobuses es la cantidad de pasajeros. Por eso, si las camas disponibles no son suficientes, tienen un stock de colchonetas que colocan en el piso, para que así nadie se quede sin viajar.
Otra cosa interesante es que -al menos en China- estos colectivos-camas no pertenecen a una empresa, sino que son propiedad del mismo chofer. Esto, según me contaron los locales, es una ventaja ya que cuidan los coches como si fueran bebés.