Cruzar de Vietnam a Laos: viajecito entre Dongha y Savannakhet

Cruzar de Vietnam a Laos en autobús: comienzo del viaje

Llegó el día de cruzar de Vietnam y a Laos. El destino elegido fue Savannakhet y el medio de transporte, el autobús.El hostelito donde nos alojábamos era también una mini-agencia de turismo (improvisada en el garage de entrada) y por eso allí nos consiguieron los pasajes. El dueño se comunicó, vía radiotransmisor de los años cincuenta, con el chofer del autobús para que le diera las coordenadas  y le dijera cuando pasaría por la ciudad. El servicio de agencia también incluía moto-taxi hasta la estación y cambio de dólares (operación clandestina, a cargo de uno de los socios del dueño, que rápidamente fue-volvió-gestionó y casi no llegó a tiempo), para poder comprar la visa de Laos.

El autobús venía de Hue, ya bastante lleno, así que no nos quedó más remedio que sentarnos arriba y atrás de todo (la parte más incómoda). Por suerte, todavía quedaban asientos libres, y por eso quienes subieron después tuvieron que arreglarse en colchonetas dispuestas en el suelo. Para poder entrar, tuvimos que cumplir con el inevitable ritual de sacarnos los zapatos y dejarlos junto a la puerta en una cajoneta de plástico.

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En el autobús, en «Cruzar de Vietnam a Laos»

 

El viaje fue lento y tranquilo, con ventanillas que daban testimonio del cambio del panorama de un país a otro.  A medida que íbamos avanzando, -y mientras el paisaje se volvía  más rural- comenzaron a aparecer, primero dispersas, y luego cada vez más unidas, las casitas «isleñas», aquellas que -típicas de Laos y del Tigre- están separadas del suelo por unas cuatro o seis columnas de madera.

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Mirando el río por la ventanita, en «Cruzar de Vietnam a Laos, viajecito entre Dongha y Savannakhet»
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Las casitas ribereñas, en «Cruzar de Vietnam a Laos, viajecito entre Dongha y Savannakhet»
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Otra casita ribereña, lástima que salió nublada

 

Poco antes de llegar a Laos, una señora hizo autostop y subió al micro. Inmediatamente se puso a cambiar  dongs vietnamitas por kips de Laos, principalmente para poder comprar la visa. Económicamente le debe ir bastante bien, porque gran parte de los pasajeros solicitó sus servicios.

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La señora que cambia divisas, en «Cruzar de Vietnam a Laos, viajecito entre Dongha y Savannakhet»

 

Cruzar de Vietnam a Laos: en el paso de frontera

Traspasar el límite de un país es una experiencia particular,  más si es por tierra y caminando, porque se pueden vivenciar una despedida y una bienvenida donde se contrasta todo aquello que el hombre crea y también demarca: alfabetos, señalizaciones, chapas de patentes, vestimentas, sonidos idiomáticos y otros etcéteras.

 

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En el límite, en «Cruzar de Vietnam a Laos, viajecito entre Dongha y Savannakhet»
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Bienvenidos a Laos, en «Cruzar de Vietnam a Laos, viajecito entre Dongha y Savannakhet»
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¡Hola Laos» en «Cruzar de Vietnam a Laos: viajecito entre Dongha y Savannakhet»

 

El trámite de visado fue bastante rápido y no trajo mayores inconvenientes. Esperando en la fila, comenzamos a hablar con uno de los pasajeros, el único occidental del autobús. Resultó que era argentino, para más detalles mendocino,  estaba recorriendo el sudeste de Asia y también había elegido Savannakhet como destino final.

Tras haber cruzado la frontera, el colectivo paró en un restaurancito de Laos, donde ofrecían «chao-fan» y otras especialidades por uno o dos dólares. En el almuerzo, nos sumamos al grupo de extranjeros que casualmente se habían conocido en el viaje: Yong (un coreano que había salido «allí nomás» para recorrer el sudeste asíatico), la española Eva (que subió justo en después de cruzar  Laos) y nuestro amigo mendocino. Al festejo, se sumó un convidado de piedra, que iba tranquilamente caminando por esa aldea improvisada.

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El convidado de piedra, en «Cruzar de Vietnam a Laos, viajecito entre Dongha y Savannakhet»

 

Por las rutas de Laos

Cruzar de Vietnam a Laos significó un cambio importante en el trayecto. Un límite imaginario entre países trajo consigo un viaje  mucho más lento ya que las rutas laosianas están en malas condiciones, con muchos tramos en ripio o reparación. Sin embargo, esto me permitió observar el medio más detalladamente. Un paisaje bastante rural, población dispersa a lo largo de la ruta, casas típicas ribereñas y muchas familias que pasaban el tiempo, sentadas en las puertas de esas casas. Había también quienes trabajaban en tractores viejos o realizaban tareas básicas de agricultura. Una especie de tranquilidad, que tiempo después la comprendería como una de las características más sobresalientes de Laos, parecía apoderarse de todo ese entorno.

 

Una situación, no demasiado evidente pero bastante persistente a la vera de la ruta,  era la presencia de China en Laos: construcciones o galpones que decían Shanghai (en caracteres chinos) junto con el nombre de una compañía. Tiempo después me enteraría de que China está construyendo infraestructura en su vecino país a cambio de  madera, uno de los recursos de los que el gigante asiático carece para poder sostener su actual crecimiento económico.

 

De repente, y sin mediar avisos, el autobús se detuvo, casi en el medio de la nada. Después de haber recibido instrucciones del conductor, muchos bajaron y salieron. Nos dimos cuenta enseguida de que la idea era ir al baño, excepto que no había baños/servicios/WC en ninguna parte. Sin embargo, la nula existencia de instalaciones no impedía una buena organización: los hombres se ubicaron a la derecha y ahí nomás, de espaldas, se pusieron a hacer sus necesidades. Las mujeres, siempre más pudorosas, fueron a la izquierda y al menos buscaron yuyos para esconderse un poco. Luego de diez minutos, el micro arrancó nuevamente, como si la normalidad del trayecto nunca hubiera sido interrumpida.

El viaje continuó sin más novedades. Recién pudimos llegar a Savannakhet a eso de las nueve de la noche, cuando todo estaba oscuro. Ahora sólo quedaba encontrar a un tuk-tuk y llegar a algún alojamiento, pero todo eso irá en el próximo post.

«Cruzar de Vietnam a Laos» CONTINUARÁ….