Autobús Hanoi Ninh Binh: crónica de ida y vuelta
Autobús Hanoi Ninh Binh
Un día decidimos hacer un pequeño paseo (ida y vuelta en el día), como una forma escapar del circuito más turístico de Vietnam. Por eso fuimos a la terminal y tomamos el autobús Hanoi Ninh Binh.
El viaje, breve pero intenso, nos dio la oportunidad de conocer la regla de oro de los autobuses del sudeste de Asia: el horario es una mera convención (sólo sirve para escribir un número en el ticket), porque el conductor intentará siempre salir con el micro completo. Tuvimos entonces que esperar treinta minutos dentro del colectivo, hasta que el chofer -aun con varios asientos vacíos, pero presionado por sus colegas que lo estaban echando a bocinazos- decidió arrancar.

La falta de pasajeros no presentó ningún problema en el autobús Hanoi Ninh Binh, porque si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. Fue así que -siguiendo una filosofía lejana a su tierra-, el ayudante del conductor (en la foto, el muchacho de la remera negra) se colgó de la puerta semiabierta y -mientras el vehículo se iba moviendo- le gritaba a cada persona que, según su criterio, tenía cara de viajar a Ninh Binh. Algunos lo ignoraban, otros lo insultaban, mientras que otros dos subieron. Sin embargo, esto no resultó suficiente para los criterios vietnamitas de «llenabilidad» (permitáseme la innovación léxica) de un colectivo, hecho por el cual el chofer estacionó el coche cerca de la puerta principal de la terminal.
El ayudante bajó del micro y comenzó a buscar más gente. Gritaba, hablaba, discutía e intentaba persuadir. Tras haber conseguido un nuevo pasajero, se acuclilló en el suelo, prendió un cigarrillo y muy rápidamente se levantó para continuar con su trabajo. Finalmente, no quedó más remedio que partir. Sin embargo, no conforme con los resultados, el auxiliar continuó con la caza de nuevos pasajeros. En esta oportunidad, cada vez que el autobús se detenía en algún semáforo rojo, nuestro amigo aprovechaba y le gritaba a los peatones que esperaban cruzar la calle. No tuvo mucho éxito, pero algún pasajero más consiguió. Ya en camino, el ritual se repetiría tantas veces como el vehículo se detuviera y hubiera personas esperando en algún lugar de la banquina.
Criterio de llenabilidad en el autobús Hanoi Ninh Binh
Los conceptos de lleno-vacío, si bien parecen absolutos, tienen distintos criterios de definición cuando son atravesados por la ciencia social. Una calle vacía en China, puede ser una calle llena en la Patagonia. Lo mismo con los colectivos. Un colectivo urbano lleno suele ser una lata de sardinas en la mayoría de las ciudades del mundo, aunque alguien que vivió en Ljubliana (capital de Eslovenia) me dijo que allí un urbano lleno significa que todos los asientos están completos -pero los pasillos vacíos-, porque a nadie se le ocurriría viajar de pie. Simplemente esperan el próximo.
Siguiendo estos criterios, un colectivo de media-larga distancia del sudeste asiático «lleno» tendrá casi el 90% de su espacio físico ocupado, aunque todas las personas irán sentadas, porque no pueden permitir que nadie viaje parado. Para lograr este objetivo, los autobuses están provistos de banquetitas de plástico (que se ubicarán hasta en el último rincón utilizable de piso) o bien tablas que se sujetan (de alguna manera misteriosa, pero se puede apreciar en la foto) entre asiento y asiento.


Pros y contras del sistema: lo que aprendimos en el autobús Hanoi Ninh Binh
Es innegable el beneficio económico que aporta este sistema de asientos, y todavía no entiendo como a Michael OLeary no se le ocurrió nada similar. La desventaja, además del dolor de espalda que eventualmente pueden padecer los que viajan en las banquetitas, las sufre también el comisario de a bordo.
El auxiliar tiene que cumplir con su trabajo, es decir, cobrarle a la gente que entra y verificar su destino. Muchas veces, la prisa del conductor no permite pagar el pasaje inmediatamente, y por eso la transacción se hace durante el viaje. De esta manera, -además de las habilidades de persuasión y detección de posibles pasajeros- el ayudante de a bordo tiene que ser una persona físicamente flexible y a quien -ocasionalmente- no le importe llevarse algo o alguien por delante.
En la foto de abajo, podemos ver al auxiliar en acción, intentando llegar a la parte delantera del vehículo, luego de haberle cobrado a un grupo de personas ubicadas en los asientos traseros.