Angkor Wat: malvenido sea el turismo
El turismo es bienvenido (trae divisas), aunque su poder como recurso no deja de ser limitado: no se pueden depositar en sus hombros todas las esperanzas de desarrollo local. Cuando eso pasa, las consecuencias pueden ser tristes: el viajero nunca se sentirá completamente bienvenido, tendrá más dificultades para insertarse e interactuar con el medio, y por todo eso habrá que crearle una burbuja: una especie de realidad paralela para que pueda pasearse tranquilo por ahí, pensando que fuera de ella, nada, pero nada sucede. Aquí van tres ejemplos (he escogido sólo tres, aunque seguramente existen muchos más).
En Siem Riep, la ciudad cercana a Angkor Wat donde se aloja la mayoría de los turistas que va a visitar templo, hay una calle repleta de restaurantes «occidentales» que está vedada a los locales. Me di cuenta, cuando en un minuto vi que había policías que, ubicados en sendos extremos de la callecita, le impedían el paso a varios camboyanos. Poco después, vi que todos los que paseaban, caminaban y comían eran extranjeros. Triste.
2. Orfanatos truchos
Como consecuencia de la guerra, existen varios orfanatos u organizaciones de caridad (esto sucede en todas partes, pero digamos que éstos utilizan una coyuntura particular) que se aprovechan del dinero de los turistas extranjeros o de su trabajo voluntario. Hay muchas historias (algunas que me contaron personalmente), y por eso, antes de donar o trabajar, es mejor informarse.
3. Scams (avivadas, pasadas de listos, etc…)
Cuando el turismo es casi el único recurso, las avivadas (truchadas) para sacarle dinero de más al turista están a la orden del día. Ejemplos hay muchos (hoteles que cobran de más, arreglos para sacar la visa, pagar de más por un servicio, etc…). En general, no hay mayores peligros, pero conviene andar siempre con cuatro ojos.